domingo, 16 de mayo de 2010

La indefensión de las zonas rurales de Murcia

De nuevo otra oleada de robos y destrozos. Y la desesperación y la impotencia que va calando entre los agricultores y propietarios, que ven como su trabajo es depredado. Atención a como ni siquiera se denuncian los delitos, tal es su abatimiento y el convencimiento de que la policia es ineficaz. Esta debe ser la ultima política  de "integración" de Zparo y en general de nuestras autoridades públicas con los criminales nativos y foraneos: "sirvanse ustedes mismos"...

http://www.laverdad.es/murcia/v/20100516/comarcas/quien-pone-puertas-campo-20100516.html

Una nueva plaga sacude los campos de la Comarca Oriental. E irrumpe con tal fuerza que amenaza la continuidad de los negocios tanto como la sequía, y los escasos márgenes de beneficio. No es un parásito de nuevo cuño, pero en los últimos tiempos ha mutado y presenta unas características actualizadas: se trata del caco común, que puede resultar ahora más dañino que nunca, a pesar de que ha rebajado el provecho de sus botines.



Los propietarios de viviendas rurales vienen poniendo el grito en el cielo desde hace años. Los asaltos a sus casas y cuartos de aperos han dejado de ser circunstanciales. Forman ya parte de la rutina y los robos se producen con tal frecuencia que algunos dueños incluso han optado por llevarse de allí cualquier cosa del más mínimo valor y dejar las puertas abiertas. «Así los ladrones pueden ver que dentro no hay nada y, al menos, me ahorro la factura del carpintero», cuenta Juan López. «En los últimos cinco años ya no sé ni las veces que habrán entrado en mi casa; se han llevado hasta mi ajuar de bodas y una vez llegaron a ocuparla», se lamenta.


Sin embargo, el objetivo de los cacos ya no es sólo lo poco que puedan guardar las viviendas. El propio López, secretario de la Comunidad de Regantes del Azarbe del Merancho -la más importante de Santomera con casi 700 comuneros-, fue uno de los primeros en denunciar el saqueo de las instalaciones eléctricas, de las que los ladrones extraen ahora sobre todo el cobre del cableado. Así lo han llegado a hacer en ocasiones con la red que suministra a algunas viviendas y, de manera ya sistemática, con las líneas y centros de transformación que dan servicio a las tareas de riego.


El primer suceso de este tipo ocurrió hace tres años, comenta: «Nos robaron una línea cercana al barrio de la Inmaculada; la repusimos y al año volvieron a quitarla». No fue algo aislado: «Hace un año nos desguazaron el centro de transformación de una estación de bombeo en La Fontanilla; repararlo nos costó más de 30.000 euros y el único botín que obtuvieron fue unos cuantos kilos de cobre que colocar, por un precio irrisorio en el mercado negro».



En junio de 2009, los cacos desmantelaron otro centro de transformación que el Azarbe del Merancho tiene en la Cañada Perdida, con daños cifrados en unos 25.000 euros, y hace apenas unos días -la madrugada del 5 de mayo- se produjo el último robo de parte de una línea eléctrica y una ronda de saqueos a los cuartos y viviendas ubicadas junto al pantano de Santomera.


En total, en los últimos tres años los regantes del Azarbe del Merancho ha tenido que hacer frente a facturas de reparación y sustitución que suman casi 120.000 euros. A todo ello hay que sumar los perjuicios a los cultivos generados por los cortes de agua subsiguientes a las averías provocadas por los ladrones. Pero la lista de daños no para de crecer y se propaga por toda la Comarca Oriental. Agricultores de Fortuna y Abanilla también llevan tiempo denunciando casos similares, muy difíciles de combatir porque, como se preguntan, «¿quién le pone puertas al campo?».


Hasta las chapas


Los sistemas de alarma, que muchos regantes han instalado ya en sus bienes más preciados, no sirven de gran cosa porque los ladrones saben evitarlos y además están amparados por la inmensidad del terreno y la ausencia de vigilancia. Por si fuera poco, como dice José Fenoll, miembro de la Comunidad de Regantes de Rambla Salada de Fortuna, «nos roban hasta las chapas de los contenedores, los contadores del agua y el abono». ¿Qué alarmas se pueden instalar en tan 'preciadas' mercancías? Hechos similares han sido denunciados en Santomera: «Nos han robado más de la mitad de las cerca de seiscientas tapas de hierro de arquetas y registros de riego que tenemos; las reponemos y se las vuelven a llevar», cuenta López. En el caso de esta comunidad, los ladrones aún no se han cebado con los contadores, pero cuando ello ocurra estará en riesgo una inversión de 80.000 euros y el perjuicio añadido de la pérdida de información y los cortes en el suministro de agua.


La situación es tan surrealista que en ocasiones los comuneros no denuncian porque la Guardia Civil no da abasto y luego las aseguradoras les ponen pegas. «Muchas compañías no nos quieren, han catalogado el campo de la Comarca Oriental como zona de alto riesgo», relata Fenoll. Tampoco hace sangre con la Benemérita: «Les ofrecen pocas unidades y patrullas», al tiempo que reconoce que en la Comunidad de Rambla Salada «hablamos entre nosotros, pero no consensuamos posturas». En Fortuna, de los palos no se ha librado ni la sede de los regantes. «Reventaron las puertas de la Comunidad, se llevaron el material de oficina, las chapas de hierro y las tuberías», recuerda Fenoll, que incluso aporta datos y calcula que «en 2009, de los 250 comuneros seguro que ninguno se libró de los robos».



A la caza de los cables


Si uno cruza del campo fortunero al abanillero, las cosas están igual o peor. El presidente de la Comunidad de Regantes El Porvenir, Tarsicio Ruiz, recuerda que hace unas semanas se encontraron con un transformador destrozado por unos ladrones que lo único que buscaban era el cable de cobre. Como sus compañeros de Santomera y Fortuna, Ruiz lamenta que «el destrozo supuso unos 100.000 euros de gasto para conseguir poco más de 600 euros con la venta del cobre».


Los agricultores echan en falta más presencia policial, porque «para desguazar un transformador y sacarle el cobre se necesitan al menos cinco horas, y si lo han conseguido varias veces es porque nadie pasó por allí en todo ese tiempo», denuncia Ruiz. «Es importante que los cacos sientan que no gozan de impunidad absoluta, que sepan que la Guardia Civil patrulla esos campos y puede pillarles con la manos en la masa», remata López. Sin embargo, la inseguridad reinante es tal que «a un empleado de nuestra Comunidad le dieron una paliza y le tiraron el coche al Merancho. El miedo se ha instalado en los campos: nuestros empleados no quieren trabajar de noche y los comuneros no quieren regar cuando ha caído el sol».